Mujer y Literatura |
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TERTULIA DE MUJERES DEL CEMUSA, LOS MIÉRCOLES EN RADIO UNIVERSIDAD Aunque las mujeres alfabetizadas han dejado obra escrita en todas las épocas, ni siempre y en todo lugar el número de las que sabían escribir ha sido comparable al actual de los países desarrollados, ni en muchas ocasiones han pretendido llegar a un público de lectores más o menos amplio, ni descubrimos nada nuevo si decimos que lo escrito por ellas ha sido silenciado en las antologías de la Literatura, haciendo desaparecer de la memoria colectiva incluso obras que en su momento obtuvieron una considerable difusión e impidiendo una valoración ajustada del volumen y el valor de la producción literaria femenina a lo largo de la Historia. Cuando, a partir del siglo XX, las ventas de libros escritos por mujeres alcanzan una creciente dimensión en el mercado, la crítica y los medios académicos siguen sin hacerles justicia, siendo proporcionalmente muy pocas (ocho), lo que es sintomático, las que han logrado obtener el reconocimiento del Premio Nóbel. Éste fue otorgado en 1909 por primera vez a una mujer, la sueca Selma Ottilia Lovisa Lagerlöf (1858-1940) y hubo de esperarse a 1938 para que otra novelista, esta vez estadounidense, durante más de cuarenta años afincada en China, de soltera Pearl Sydenstricker, de casada Pearl S. Buck (1892-1973), obtuviera similar galardón. Posteriormente el Nobel sería otorgado en 1945 a la poeta, diplomática y pedagoga chilena Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga, más conocida por su seudónimo, Gabriela Mistral (1889-1957); en 1966 a la poeta Nelly Sachs (1891-1970); en 1991 a la sudafricana Nadine Gordimer (nacida en 1923); en 1993 a la gran figura estadounidense de la literatura afroamericana y feminista, Toni Morrisson (nacida en 1931); en 1996 a la poeta polaca Wisława Szymborsk (nacida en 1923), y en el 2004 a la autora teatral, novelista y ensayista austríaca Elfriede Jelinek (nacida en 1946), una de las más destacadas y controvertidas escritoras contemporáneas de habla alemana. En España, donde la recopilación efectuada por la “biblioteca de Serrano y Sanz” da cuenta hasta 1830 de la obra de muy diversas escritoras del país, a partir de ese momento, precisamente cuando su contribución se amplía a todos los géneros literarios, trascendiendo los antes más frecuentados de la poesía, la novelística y los escritos religiosos, y cuando, en los años 40, el movimiento romántico español empiece a prestar conciencia de sí mismas como “escritoras” a una serie de mujeres, se produce un gran vacío de noticias sobre el largo millar de autoras del siglo XIX contabilizadas por Mª del Carmen Simón Palmer, pero reducidas en las recopilaciones antológicas, subraya la antes citada, “a poco más de media docena”. Apenas un par de ellas, Concepción Arenal, y Emilia Pardo Bazán, ya a caballo entre el siglo XIX y el siglo XX, singularmente esta última, logran un puesto destacado en las Historias o manuales docentes convencionales sobre Literatura decimonónica.
Durante el último siglo se
aprecia un boom de la narrativa escrita por mujeres
y éstas encuentran más facilidades que en otras épocas
para editar y vender su obra, surgiendo antologías
específicamente dedicadas a su visibilización, pero en las
no específicas, aunque crece el número de las nominadas, la
obra efectuada por mujeres no se contabiliza adecuadamente y su vigorosa
expansión no le asegura, aún a día de hoy, obtener reconocimiento
e igualar en prestigio académico, cuando lo merece,
a la literatura “escrita por hombres”. Los críticos
propenden a priori, en efecto, a tomar más en serio ésta última.
Mientras tanto, hace acto de presencia un vivo debate acerca de la
pertinencia de hablar de “literatura de mujeres” para englobar en ella a la
producida por escritoras (algo que, por lo general, éstas
repudian) y acerca de sus relaciones con el Tertulianas:
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